LUM

LUM es ante todo un encuentro espiritual, una sesión ritual para la adquisición de la propia esencia, una ceremonia. En cierto modo, también es una terapia que alivia las penas personales y, bueno, por extensión, mitiga las dificultades de la civilización. Hasta cierto punto, es un curso de culturología tribal. Básicamente, es el sueño de LUM. LUM realmente vivió esas espiritualidades. Más concretamente, Sebastián Gandine lleva años observando cómo la música se integra en las culturas nativas, identificando sus funciones sociales, familiarizándose con sus principios, aprendiendo instrumentos, grabando sonidos, participando en diversos ritos – en el rango del paso al entierro – y reinterpretando sus múltiples hallazgos en el paradigma de las tecnologías digitales.

Hay mucho más en ello que hace de LUM un acto tan extraordinario y estupendo. Aprendemos que su música se origina en su experiencia cercana a la muerte que se remonta a su adolescencia tardía. LUM nos sorprende al afirmar que esta experiencia ha sido su viaje más asombroso, esclarecedor y liberador jamás realizado, a pesar de su traumatología. Se recuerda a sí mismo abandonando su cuerpo y disolviéndose en una conciencia pura que fluye libremente, liberado de preocupaciones prácticas mundanas, desconectado de la matriz tiempo-espacio-causalidad. Dado que la cronometría ya no es intrínsecamente aplicable, la inefable durée podría haber durado un nanosegundo o millones de años. Recuerda el disgusto de la recombinación y la incomodidad de la reconexión con su cuerpo, su cortocircuito con sus necesidades básicas, reflejos condicionados, antojos crudos y funciones “robóticas”. Nos asombra aún más al confesar que su esfuerzo como músico está motivado en gran medida por alcanzar las alturas del placer que una vez alcanzó accidentalmente al caer y lesionarse. Sus listas de reproducción también están compiladas con piezas que le recuerdan su hermosa aventura mortal más allá de su subjetividad. Lo que nos lleva a la cuestión del ego: qué papel juega en su creatividad. Lejos de ser un papel episódico y es negativo. Esto explica por qué cada mañana comienza para el músico con una meditación, en el transcurso de la cual Sebastián se prepara para la inmersión con el mundo apartándose en la contemplación de su falsa identidad que inevitablemente se construye en los contextos sociales – para preservar su esencia; borrando desde el principio una búsqueda narcisista aspirante a ser amado, validado, apreciado. Para exponerlo: como norma, la presencia de uno en el escenario en el centro de atención evoca todo tipo de energías en la multitud: energías sexuales, simpatía, adoración, compromiso, pero también envidia, celos, resentimiento, desaprobación … Es vital para abstraerse de todos ellos, se sienta favorable o no, por lo que no hay nada entre el músico y su música.
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